La Oficina técnica para la equidad de género y la diversidad sexual pone en valor los cuidados, ya que son la base que satisface las necesidades de apoyo y sostenimiento primordiales de las personas para que puedan cumplir con el resto de actividades y objetivos de desarrollo vital.
Por este motivo, hemos entrevistado a Milagros Domingo , trabajadora familiar, para conocer en qué consiste su oficio y realzar la importancia de los cuidados para garantizar el bienestar y la prosperidad de las personas.
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A lo largo de la historia, las mujeres han asumido la responsabilidad de cuidar del hogar, los niños, las personas mayores y las personas enfermas. Aún hoy en día son mayoritariamente mujeres las que se dedican a realizar este trabajo. Por eso se trata de un oficio feminizado que no tiene el reconocimiento ni el valor que merece y perpetúa las desigualdades de género.
Las trabajadoras familiares se dedican a cuidar y velar por el bienestar de una o varias personas que pueden ser niñas, jóvenes, adultas, mayores, personas en situación de dependencia física, mental o en riesgo de exclusión social. Las tareas que realizan son amplias y diversas y generalmente tienen lugar en el domicilio de la persona usuaria.
El servicio principal que ofrecen las trabajadoras familiares es el acompañamiento físico, mental y emocional de las personas a las que cuidan. Las actividades que realizan dentro de este servicio varían en función de la usuaria y sus necesidades, pero en línea general se incluyen las siguientes tareas:
- Mantener la higiene personal de la usuaria: ducharla, vestirla o hacerle la cama.
- Asistir en su alimentación: ir de compras, cocinar y ayudarla a comer.
- Acompañarla a sus visitas médicas y ayudarla a tomarse la medicación vía oral.
- Favorecer su bienestar mental y emocional: conversar, salir a pasear y realizar actividades para promover su aprendizaje, autonomía y socialización.
Otras tareas que erróneamente se atribuyen a las trabajadoras familiares, pero que no forman parte de sus funciones son la limpieza del hogar -que corresponde a las trabajadoras de la limpieza o domésticas- o cualquier clase de cura que implique un contacto directo con el cuerpo de la persona, tales como cortarle las uñas, curarle una herida o administrarle la medicación por cualquier otra vía que no sea oral -que es responsabilidad del personal de enfermería o sanitario-.
Milagros Domingo, sesenta y seis años, se acaba de jubilar después de un recorrido de diecisiete años como trabajadora familiar. Considera que es un trabajo duro, pero a la vez muy agradecido. » He adquirido mucho conocimiento de las personas y he desarrollado mucha sensibilidad para entender sus pensamientos y sus emociones «, remarca.
Milagros empezaba su jornada a las ocho de la mañana y según el día terminaba a las dos, tres o cuatro de la tarde. Durante una jornada, visitaba cinco o seis domicilios de la zona del Casco Antiguo de Barcelona, donde atendía a personas usuarias con necesidades muy diferentes. “ Cada persona es un mundo; ves cosas agradables y otras muy desagradables ”, expresa. Por ejemplo, Milagros cuidaba a una señora de noventa y cuatro años que vive en un tercer piso sin ascensor y no puede andar ni tiene silla de ruedas. Cuando la usuaria tiene que salir de casa tienen que venir dos personas técnicas para montarla en una silla automática y sólo así pueden bajarla y subirla por las escaleras. También tienen que reservar una silla de ruedas para poder desplazarla por la calle. De estas gestiones se encargaba ella junto con la persona técnica sociosanitaria asignada a esta usuaria.
¿Cómo se asigna una usuaria a una trabajadora familiar?
En primer lugar, a las usuarias se les ofrece un servicio de atención domiciliaria a través de la Seguridad Social. Se realiza una evaluación de las usuarias en la que se identifican sus necesidades, las tareas que deben llevarse a cabo en cada servicio y el régimen de visitas que deben recibir, la frecuencia y duración. A continuación, se asigna una trabajadora familiar a cada usuaria para dar el servicio establecido de forma continuada en el tiempo. Así, “ se establece un vínculo entre la usuaria y la trabajadora porque les das cariño y atención ”, señala Milagros.
Cada servicio tiene una duración diferente —puede ser de una hora, una hora y media o dos horas— y se tiene que fichar en la aplicación móvil que registra la hora de llegada y de salida. Una vez finalizado un servicio en un domicilio, la trabajadora familiar se desplaza al siguiente domicilio que tiene planificado, y así, hasta realizar todos los servicios asignados en el día. Para reducir el tiempo de desplazamiento entre un domicilio y otro, las trabajadoras familiares se agrupan por barrios. «En el barrio del Born, por ejemplo, trabajan alrededor de 40 trabajadoras familiares», explica Milagros.
A lo largo de su recorrido como trabajadora familiar, Milagros considera que es un trabajo bien remunerado y con buenas condiciones laborales, pero que desgraciadamente no recibe el reconocimiento que merece. El valor que aportan las trabajadoras familiares a las vidas de las personas es inmenso, especialmente para aquellas que se encuentran muy solas y necesitan a alguien con quien compartir su día a día.
Con el apoyo del Departament d’Igualtat i Feminismes: